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Hay en el Albaicín un callejón que va desde la plaza de San Miguel Bajo hasta la placeta del Cristo de las Azucenas. Por detrás de la iglesia de San Miguel y del convento de Santa Isabel la Real, pasando por la puerta del palacio de Dar-al-Horra, primera donación de la Reina Católica a la orden franciscana para la fundación del monasterio de las Clarisas. Este callejón tiene un arco, con leyenda romántica de monja ahorcada por razones de amor humano. En la plaza del Cristo de las Azucenas –en la esquina- un carmen hoy perdido mostraba en su patio interior la tabla que representaba al Cristo mismo. Patio sumamente estropeado, abandonado casi, pero con dejo de sabor muy popular y de otro tiempo. Joven yo, escribí un poema que se titula y dice así:

CRISTO DE LAS AZUCENAS

Mañana sentirás que ya es lejano

aquel crecido anhelo

que herida te infligiera de esperanza.

Y verás ocultarse la alegría

en el atardecer cansado y frío,

entre mariposas pálidas.

Rezarás con nostalgia: Cristo, extraño

morador de mis ingenuas plegarias,

si yo te descubriera como entonces, niño,

en las azucenas blancas…

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