Se desperdician los años que no aportan al carácter circunspección y mesura. Virtudes de madurez que nos llevan a mirar con reposo el entorno en el que estamos, sin confundir ni mezclar nuestro yo con las cosas que acaecen. Esa aptitud de enjuiciar que rehúsa pronunciar apresuradas ni aprobación ni censura. Como así corresponde al soberano que debiera residir en los adentros –distante y en la distancia de los acaeceres y cosas. Y cuando ese acercamiento nos sea propio o exigido, con el tacto mesurado de la esencia y el detalle. Como exige con los años la prudencia, con su moral y su arte.

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